Me encanta el mar desde pequeña. La costa de Maremma, el promontorio de Monte Argentario y la costa de Capalbio son los lugares donde crecí y de los que siempre he estado enamorado. Lugares maravillosos y salvajes. Lugares con una energía única, difícil de explicar porque sólo se puede amar. Aquí la naturaleza me hace sentir viva. Huelo el aroma de las adelfas y del romero en flor, veo brillar la luz del cálido sol y los reflejos de la sal en la piel dorada. Me imagino labios mojados por el mar, besos robados y risas entre amigos.

Y luego los viajes en barco a la isla de Giglio, cuando los colores del atardecer se mezclan con el azul del mar, iluminando el perfil de Montecristo. Las fiestas en la playa o en las antiguas torres, la luz de las hogueras mientras bailamos del brazo con el sonido de las olas tapando la música. Esta es la Maremma. Mi Maremma. Esa naturaleza que te hace sentir vivo. Esa elegancia atemporal hecha de esencialidad y sensualidad. Esa tierra única donde el tiempo se desvanece y sólo queda la magia. La Maremma habla por toda Italia