Me encanta el mar desde pequeña. La costa de Maremma, el maravilloso promontorio de Monte Argentario y la costa salvaje de Capalbio son los lugares donde crecí y de los que me enamoré. Estar envuelto por esa energía fue y es algo extraordinario.
Mis amigos me apodaron "esponja de mar" porque pasaba todo el tiempo en el agua, algo que todavía hoy me regenera y me hace feliz.
Porque cuando nadas y te alejas de la orilla, mientras el fondo del mar se vuelve de un azul cada vez más intenso y no hay otros ruidos alrededor, inmediatamente te sientes en el momento presente. Y es en ese preciso momento que sientes su fuerza y comprendes lo hermoso que es todo lo que te rodea.
En uno de esos momentos, hace unos años, me di cuenta de que estaba rodeado por un fondo de plástico y tomé conciencia de que el mar que había conocido de niño ya no era el mismo.
Debemos actuar antes de que sea demasiado tarde, hacer todo lo posible para protegerlo y hacer que vuelva tan (y quizás incluso más) hermoso que antes.